Un día típico en el M.I.R.
Os voy a contar, por si alguien no lo conoce muy bien, cómo es uno de mis días aquí en Ovieu. Así relleno otra entrada, dado que si no poca cosa más tengo que contar.
Mis dos despertadores suenan a las 8 y a las 8 y cinco. Me arrastro hasta la cocina y de ahí al salón, donde remuevo afanosamente mi Cola-cao durante 20 minutos viendo los goles del día anterior (¡bendita semana aquélla que tiene Champions!). Una vez criticado el Madrid me dirijo a mi cubil felino donde, a eso de las 8:45, empiezo a chapar la lección del día. Hoy por ejemplo, son 90 páginas de Pediatría.
Paro a eso de las 11; dado que al fin y al cabo voy a ser funcionario, tengo que ir ensayando: la hora del café. No obstante, a los 20 minutos de empezado el tentempié mi espíritu estudiantil vence a mi espíritu de trabajador de la administración y vuelvo a mi guarida. Continúo hasta las 12.30, momento en el que hago el test del día (150 preguntas de la asignatura de turno, o 260 preguntas de un MIR anterior, en el caso de hoy el del 96) hasta que mis tripas me engullen por dentro, a eso de las 2.
Como y veo la tele un ratito. Llega una decisión dura para todo aquel que sepa qué es comer a las 2: ¿Qué ver en la tele? Dudo entre la trigésimocuarta vez que veo el capítulo de los Simpson, historias de crímenes estadounidenses de la Sexta o la tertulia política hipercasposa de la cuatro con la acondroplásica pez-globo discutiendo con el gigantesco ego de Fernando Ónega. Total, acabo haciendo sopitas de cebolla con Arguiñano, mientras comento con Edu como se le nota la borrachera según el día de la semana.
Duermo 20 minutos de siesta no negociables, y reinicio el estudio a las 15:15. Escucho unos resúmenes que tengo en un cd y termino de subrayar. Pego un par de postits en la ventana y acabo a eso de las 6.15. Me conecto, veo interné y me ducho al son de los Jayhawks o OCS, por ejemplo.
Meriendo 2 frutas y otro Cola-cao (¿ves qué bien, Spi?) mientras veo Las Vegas (serie perfecta: chorras, gracioseta, no engancha, no hace falta seguirla día a día y tiene una buena ración de frescas) y para clase, de 7.30 a 10.30, con 10 minutos de descanso. Llego a casa, ceno con vaya semanita y hablo con Lara. Leo un capitulito de Asimov o veo un episodio de Naruto y a sobar: son las 12 de la noche.
Y así, otro día más.
¿Emocionante, eh?
Mis dos despertadores suenan a las 8 y a las 8 y cinco. Me arrastro hasta la cocina y de ahí al salón, donde remuevo afanosamente mi Cola-cao durante 20 minutos viendo los goles del día anterior (¡bendita semana aquélla que tiene Champions!). Una vez criticado el Madrid me dirijo a mi cubil felino donde, a eso de las 8:45, empiezo a chapar la lección del día. Hoy por ejemplo, son 90 páginas de Pediatría.
Paro a eso de las 11; dado que al fin y al cabo voy a ser funcionario, tengo que ir ensayando: la hora del café. No obstante, a los 20 minutos de empezado el tentempié mi espíritu estudiantil vence a mi espíritu de trabajador de la administración y vuelvo a mi guarida. Continúo hasta las 12.30, momento en el que hago el test del día (150 preguntas de la asignatura de turno, o 260 preguntas de un MIR anterior, en el caso de hoy el del 96) hasta que mis tripas me engullen por dentro, a eso de las 2.
Como y veo la tele un ratito. Llega una decisión dura para todo aquel que sepa qué es comer a las 2: ¿Qué ver en la tele? Dudo entre la trigésimocuarta vez que veo el capítulo de los Simpson, historias de crímenes estadounidenses de la Sexta o la tertulia política hipercasposa de la cuatro con la acondroplásica pez-globo discutiendo con el gigantesco ego de Fernando Ónega. Total, acabo haciendo sopitas de cebolla con Arguiñano, mientras comento con Edu como se le nota la borrachera según el día de la semana.
Duermo 20 minutos de siesta no negociables, y reinicio el estudio a las 15:15. Escucho unos resúmenes que tengo en un cd y termino de subrayar. Pego un par de postits en la ventana y acabo a eso de las 6.15. Me conecto, veo interné y me ducho al son de los Jayhawks o OCS, por ejemplo.
Meriendo 2 frutas y otro Cola-cao (¿ves qué bien, Spi?) mientras veo Las Vegas (serie perfecta: chorras, gracioseta, no engancha, no hace falta seguirla día a día y tiene una buena ración de frescas) y para clase, de 7.30 a 10.30, con 10 minutos de descanso. Llego a casa, ceno con vaya semanita y hablo con Lara. Leo un capitulito de Asimov o veo un episodio de Naruto y a sobar: son las 12 de la noche.
Y así, otro día más.
¿Emocionante, eh?
6 comentarios:
Bien, bien. Veo que los fieles seguidores del Cola Cao no se dejan vencer por otro tipo de tentaciones.
Me hizo mucha gracia lo del café del las 11 (practicar para cuando sea funcionario, jajaja).
Dentro de menos de dos meses ya te olvidas de las horas de estudio continuo. ¡¡Ánimo!!
Mira tú que interesante. Me ha hecho especial gracia la descripción de las tertulias de cuatro (acondroplásica pez-globo, jajajaja...por cierto, no nombras a su amigote, "Doc") y tu predisposición a ir tomando los hábitos de cualquier funcionario paradigmático.
Ayer por la tarde te llamé para comentar la jugada de la compra de partidos (supuesta, pero que en el fondo nadie con sentido común duda que exista), que esta vez nos afecta directamente. En la grabación entre el capitán y el presidente del Levante se refieren a cómo se dejaron perder en el Athletic-Levante de la última jornada, jornada en la que ya estaban salvados y en la que un simple empate hubiese dejado al Color De Galicia en Primera. Aun menos que saberlo me sorprende el trato de los medios, que lo han tomado poco menos que como anécdota. Yo, sea cierto o no, lo resumo a lo siguiente: Si en Italia se demostró que habían amañado ligas enteras, ¿por qué estamos tan convencidos de que aquí no? ¿Acaso nuestra Federación, la LFP o los presidentes destacan por su claridad y honradez? Por favor... Por fin hay una evidencia de que la Liga es una bolsa de mierda, y lo peor es que en Vigo la gente se lo toma con la más irritante de las la resignaciones.
Poco más que contar. Como supongo que llamarás para mantenerte al tanto de la operación de la abuela, te comentaré las novedades.
P.D.: Pregunta de trivial. Una de las frescas de Las Vegas, la morena que se encarga de los vips, sale en una película de acción muy conocida. Premio si me dices título y papel de la susodicha. (¡No tires de wikipedia, truhán!)
Unha aperta
¡SALUD Y TRALLA!
¿Acaso es un reto? es casi ofensivo para mí que me preguntes por el papel de Vanessa Marcil (Sam) en La Roca.
Propongo un minuto de silencio por la vacuna anti gas sarín que se inyecta Nicolas Cage en el corazón con carrerilla. Es un momento cumbre en la Historia del séptimo arte (cáptese la ironía por favor)
Pronto escribiré sobre las trampas bilbaínas.
Siempre bien Mason, Womack, Stanley Guspid y demás... Y mejor que todos ellos, Vanessa Marcil.
¡SALUD Y TRALLA!
Esto llega con dos días de retraso, pero el sábado y el domingo estaba demasiado furioso como para escribir sobre el partido.
En resúmen fue una lección teórico-práctica de cómo no jugar al fútbol. El primer gol fue pronto, lo poco que tardó Rubén en tener una de esas ideas de bombero tan suyas. Hay penaltis y penaltis, y luego están los de Rubén, que ya que los hace, los hace a lo grande. Un alabadísimo por la TVG Marquez lo metió y le dejó a Murcia sin un nuevo y anhelado cero a cero.
El único "juego" consistió en saques de Notario a Dinei, que estaba más solo que la una. Trashorras tuvo dos acciones de mérito. Ponerse bien la camiseta y salir del campo con una sonrisa de oreja a oreja cuando el equipo que le paga va palmando. Edu Moya vio que Jorge corría a 60 metros de la portería de Notario y rodeado, por eso decidió hacer un entradón de tarjeta roja. Michu no dio pie con bola. Rosada recuperó muchos balones y los perdió casi todos. Murcia tuvo la genial idea de poner a Oscar Diaz de lateral, y por ahí llegó el segundo gol. Ghilas o Abalo, perdidísimos. Lo único bueno fue que Oubiña jugó los últimos cinco minutos.
¡SALUD Y TRALLA!
"Un día típico en el M. I. R. (reprise)"
Os voy a relatar, por si alguien no ha prestado suficiente atención en capítulos anteriores, cómo es uno de mis días en la señorial villa carbayona. Así exploto mi talento literario, con el que en los últimos tiempos no os obsequio tan asiduamente como os placería.
Mi primer despertador suena a las 8, para poder remolonear en mi gran cama en la que quepo en diagonal hasta las 8 y cinco, mientras fuera llueve más que en Waterworld (gran placer por todos conocido, refocilarse en el cálido lecho cuando más allá de él sólo hay tempestad). Tras esta contemplación, me dirijo con mis felinos andares hasta la cocina y de ahí al salón, donde degusto un frugal desayuno viendo los triunfos de mis equipos y las derrotas de los enemigos, regodeándome en el naufragio de aquel Madrid que un día se llamó Real. Tras estos breves momentos de deleite (con colacao) matutino, retorno a mi habitación -reducto de sabiduría- donde, a eso de las 8:45, reviso las aportaciones de otros colegas a diversas especialidades. Hoy por ejemplo, 90 páginas de Pediatría me colocarán en el nº 27 del Guinnes de los Récords en velocidad y calidad de asimilación de información.
Paro a eso de las 11; dado que al fin y al cabo voy a ser parte del Ilustre Sistema Público del Estado, adiestro mis dotes de conversación insustancial al tiempo que paladeo un aromático café, que activa mi organismo. El refrigerio es breve, pues mi ansia de conociento es más grande que la vil galbana del hombre. Continúo hasta las 12.30, momento en que la entidad donde ejerzo el arte del aprendizaje desafía mi erudición en la materia en cuestión (nunca han logrado abatirme, aunque en ocasiones pongan en duda la veracidad de mis respuestas). Pero fames humanum est, y en el cénit de la jornada he de sucumbir a las demandas de mi corpore sano.
Saboreo los manjares correspondientes mientras observo, con displicencia, la infamia televisiva imperante, que no merece ni media de mis palabras. Mis compadres me acompañan en este devenir mediático en un estado entre el letargo y la embriaguez, que aveza la mordacidad de mi discurso.
Después de un exiguo encuentro con las sábanas, de las que me arranco con presteza, reinicio mi tarea intelectual a las 15:15. Retomo las conclusiones del día con el material audiovisual y defino los términos de interés fundamental, que pasarán a formar parte del collage conceptual que elaboro día a día. Por un momento dejo a un lado mi labor de doctor neófito y distraigo mis sentidos en la red. Más tarde, el vapor de una reconfortante ducha y el talento musical de algunos me renueva por dentro.
Otro piscolabis de fruta y cacao, como los grandes de nuestro tiempo, acompaña la frivolidad televisiva necesaria para evadirse del peso del saber durante unos minutos. Después, tres horas como atento pupilo que alimentan mi avidez por descubrir los misterios del cuerpo humano.
Al volver a casa me esperan deliciosos yantares y el humor de Vaya Semanita; y al cabo del día, el encuentro con mi dulce, hermosa, complaciente (...) partenaire. Aún pensando en ella me sumerjo en el placer de la cultura y vuelvo al hogar que siempre me acoge: la cama.
Y así, otro día más.
Emocionante, ¿eh?
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